Más allá de las cuestiones religiosas y sociales que envuelven las festividades de fin de año, debemos considerar las con un buen momento de convivencia y reflexión, son un buen pretexto para poder ver a personas que no hemos visto en todo el año, de dar y recibir abrazos, de ofrecer disculpas y perdonar.
Al fin y al cabo la vida es finita, lo que queda es la trascendencia de los valores universales, de los actos humanitarios, de solidaridad con aquellos necesitados de afecto, de comida, de cobijo, de medicina y de unas palabras de aliento.
Nuestra felicidad se potencia cuando la compartimos, nuestras penas se hacen menores cuando hay alguien a nuestro lado que este apoyándonos, nuestra principal tarea será hacer feliz a nuestros hijos, a nuestros padres, amigos, comprender a nuestros estudiantes, apoyar al vecino, colaborar en la comunidad, indignarnos y actuar ante los problemas de la humanidad, regar las plantas y cuidar de los animales, únicamente así, así, podremos llegar a ser felices.
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