Si pensamos esta estrategia enmarcada en escenarios combinados en donde los límites del tiempo y del espacio se ven alterados, el ABP resulta una propuesta sumamente interesante en tanto permite articular las intencionalidades y los objetivos pedagógicos con los espacios y los tiempos presenciales y virtuales, sincrónicos y asincrónicos (Rogovsky y Chamorro, 2020). El ABP requiere de un uso flexible del tiempo y del espacio, variables que deben estar al servicio de la propuesta de enseñanza-aprendizaje y no al revés, y que se irán modificando a lo largo de las distintas fases de implementación del proyecto según las necesidades de cada momento (OEI, s. f.a).
El aprendizaje basado en proyectos (ABP) es definido por el Instituto Buck de Educación (BIE) como:
«un método sistemático de enseñanza que involucra a los estudiantes en el aprendizaje de conocimientos y habilidades, a través de un proceso extendido de indagación, estructurado alrededor de preguntas complejas y auténticas, y tareas y productos cuidadosamente diseñados» (Thomas, 1999).
Se trata de una metodología que organiza el proceso de enseñanza y aprendizaje a través de la elaboración de proyectos en grupos de estudiantes. A partir de una pregunta significativa, problema o desafío, los y las estudiantes se sumergen en un proceso de investigación donde trabajan de manera relativamente autónoma y con un alto nivel de implicación y colaboración. El objetivo: explorar, conocer y comprender el mundo real.
De esta forma, el ABP busca impulsar la participación activa y el trabajo colaborativo, integrar diversas disciplinas, vincular los conocimientos, la teoría, la práctica y las experiencias. También busca estimular el desarrollo de habilidades de pensamiento superior desde una perspectiva experiencial y situada en tanto los y las estudiantes llevan a cabo proyectos que tienen aplicación en el mundo real más allá de la escuela.
En este sentido, según Perrenoud (2000), los proyectos no son meros ejercicios escolares rutinarios, sino verdaderos problemas por resolver que conducen a la adquisición de competencias. En consecuencia, se los concibe como actividades significativas complejas, en donde todas las acciones tienen un sentido a mediano plazo e invitan a los y las estudiantes a movilizar sus capacidades mediante el «hacer». En la misma línea, Díaz Barriga (2006) afirma que el proyecto es un aprendizaje eminentemente experiencial en tanto se aprende haciendo y a partir de la reflexión sobre ese «hacer» dentro de prácticas situadas y auténticas.
Esta estrategia didáctica está fundamentada en principios propuestos por la Escuela Nueva desarrollados, entre otros, por John Dewey (1859-1952) a fines del siglo XIX. Dewey destaca la importancia de que los y las estudiantes puedan «aprender haciendo» y, también, de que los y las docentes promuevan el desarrollo de proyectos didácticos que consideren los intereses de sus estudiantes como puntos de partida para la enseñanza y les permitan conectarse con la realidad a través de experiencias directas. Para él,
«el método de proyectos no es una sucesión de actos inconexos, sino una actividad coherentemente ordenada, en la cual un paso prepara la necesidad del siguiente y en la que cada uno de ellos se añade a lo que ya se ha hecho y lo trasciende de un modo acumulativo» (Alonso, 2015).
Sin embargo, si bien Dewey se refirió a la importancia de los proyectos e impulsó el desarrollo de experiencias, fue uno de sus discípulos, William Kilpatrick (1871-1965), quien lo concretó como «método de proyectos» al desarrollarlo desde el punto de vista metodológico y contribuir a su difusión.
Según Kilpatrick, cuyos aportes citan Majó y Baqueró (2014), existen cuatro tipos de trabajos por proyectos según la finalidad que se persiga. Es importante aclarar que no se trata de tipos puros, sino que se pueden combinar entre sí, es decir, puede ocurrir que un proyecto se clasifique en más de una categoría. Esta clasificación puede servir para nuestras propias planificaciones (¿qué tipo de proyecto vamos a proponer?):
Con el objetivo de delinear los principales elementos que conforman un proyecto, retomaremos los aportes de Libow y Stager (2019), quienes en su libro Inventar para aprender proponen ocho elementos que debe tener un buen proyecto. A continuación, mencionaremos en cada uno de ellos:
Las TIC pueden potenciar el trabajo de los y las estudiantes en tres aspectos: los vínculos interpersonales, las fuentes de información y un lenguaje común para los y las participantes. Puede haber distintas modalidades para el trabajo con la tecnología:
A lo largo de la implementación del proyecto, las y los docentes deberán asumir distintas funciones, entre ellas, proponer nuevos materiales, gestionar los trabajos en grupo, alentar la profundización de la investigación, encauzar el proyecto cuando se amplía demasiado o pierde el rumbo, acompañar en la resolución de conflictos, controlar los ritmos de trabajo y evaluar procesos y resultados.
En el ABP se espera que las y los estudiantes se posicionen en un rol activo en tanto deben buscar información, compartirla, procesarla, elaborar nueva, proponer iniciativas, tomar decisiones, negociar sentidos, etc. Buscamos interpelarlos y estimularlos a interrogar el mundo donde viven y a apropiarse de su camino de aprendizaje.
Alonso, J. (2015). Estrategias de enseñanza y evaluación de los aprendizajes. Buenos Aires: Ministerio de Seguridad de la Nación.
Díaz Barriga. F. (2006). Enseñanza situada. Vínculo entre la escuela y la vida. México DF: McGraw-Hill Interamericana.
Libow, S. y Stager, G. (2019). Inventar para aprender. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Maggio, M. (2018). Reinventar la clase en la universidad. Buenos Aires: Paidós.
Majó, M. F. y Baqueró, A. M. (2014). 8 Ideas Clave: Los proyectos interdisciplinarios. Editorial Graó.
OEI (s. f.a). Cómo enseñar con proyectos y problemas. Panorama. Portal a la Educación.
OEI (s. f.b). Por qué enseñar con proyectos y problemas. Panorama. Portal a la Educación.
Perrenoud, P. (2000). Aprender en la escuela a través de proyectos: ¿por qué?, ¿cómo? Facultad de Psicología y de Ciencias de la Educación. Universidad de Ginebra.
Rogovsky, C. y Chamorro, F. (2020). Cómo enseñar a aprender: educación, innovación pedagógica y tecnología en tiempos de crisis. Buenos Aires: La Crujía.
Thomas, J. W. (1999). Project based learning: A handbook for middle and high school teachers. Buck Institute for Education.
Fuente: Educ.AR
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